
Silencio... el viento aulla en mis oídos, el cielo llora por sobre mi rostro, los pétalos marchitos estampan mi cuerpo, susurrándome una sola palabra: silencio.
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No recuerdo haber perdido la memoria, no recuerdo haber dejado de caminar alrededor tuyo, no recuerdo haber dejado de oler tu aroma, y no recuerdo haber olvidado el color de tus ojos... pero aquí me tienes, caminando a tientas sobre un camino de ladrillos, pequeños y rojos, rojo como la bufanda que llevabas esa noche, con la cuál me tapaste los ojos y me dijiste sorpresa... sorpresa y silencio, fue lo que yo oí... Nuevas sombras se arrimaban y engrandencían a mi lado, dejándome pequeña, más pequeña, más asustada...
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Silencio... Camino por las calles de un nublado Santiago, me siento en las bancas de una plaza que desconozco, enciendo un cigarrillo, tomo mi cabello y lo llevo a un lado de mi rostro, dejando libre mi hombro derecho, para así acceder a mi tabaco... hago formas con el humo, aunque pienso que en realidad solo lo expulso y el mismo viento y silencio, se encargan de darle forma a mi alma que se desvanece entre el cielo y el asfalto, le sonrío... y él me sonríe a mi... me abrazo a mi misma y siento que sus brazos se entrelazan con los míos... Me separo, recuerdo algo y lo alejo... no hay nadie, solo viento... Silencio.
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Esta noche estoy volando. Abrí la ventana de mi habitación y me lancé al vacío, él me tomó con suavidad y me dejó volando a su lado... Recuerdo las miradas curiosas que se dirigían a mi cuerpo, al ver una chica volar, volar en camisón y descalza, hoy la gente vuela con ropa normal, como si esa fuera la adecuada, yo les digo que es mejor estar sin peso alguno, pero no puedo volar desnuda, sería inmoral mostrarle mi cuerpo a cualquiera aunque fuera solo el viento quien lo poseyera.
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Me despierto en el tejado de una casa a tres pisos del suelo, él está sentado a mi lado mirándome dormir, me dijo que tardé en despertar, y que debía llevarme a casa... no recuerdo haberme quedado dormida, solo sé que volaba... le sonreí y tallé mis ojos, le tomé de la mano y emprendimos el vuelo... No me dijo en qué lugar estábamos, solo que atravesé campos, montañas, molinos y neblina (que siempre le miró con desprecio), pero aún así no tardé en llegar a mi casa, me paré en el alféizar de la ventana, le miré, me acerqué lentamente y simplemente le besé, si besar cuenta como un rocé de labios tan dulce como el nuestro, abrí los ojos y me sorprendí al verlo sonrojado, sonriéndole entristecida le dije que lo nuestro en el día no podía ser, pero que cada noche no se olvidara de venir a buscarme... el asintió, me apretó la mano y se marchó.
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Cada noche, viene por mi, siempre termino en tejados diferentes, pero en la misma cama... me pregunto cuándo podremos estar juntos de verdad.
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Hoy me di cuenta, mientras volaba, que me había enamorado... me acerqué al árbol de mi casa y tallé con una navaja mi nombre y el de él, aunque cargué más el suyo: Silencio.
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