jueves, septiembre 04, 2014

Estás últimas tres semanas (contando ésta que aun - horriblemente - no termina) he tenido que poner a prueba mi empatía, mi poca paciencia, mi amor por mi trabajo (no sólo en el colegio, sino también en las clases particulares que realizo de martes a jueves) y no flaquear, tratar de no caer en la desesperación del llanto incontrolado en mi casa, en la rabia ilimitada que poseo y en el intentar olvidar los "cahuines" vergonzosos que son parte de la nueva generación de jóvenes (y si, el cahuín ha estado desde tiempos inmemoriable, pero creo que hoy me doy cuenta de su vasta existencia en la vida de la gente, dejando en claro que nunca fue importante para mi ninguna cosa que se dijera). Nunca había sentido mi trabajo tan manchado por las niñerías y palabrerías de mis alumnos, y eso que el año pasado me maltrataron verbalmente e inventaron peores cosas, y cuando ésta vez no es sobre mí, más dolor me causa. Veo, presa del pánico, como todo se desmorona por gente que NO está comprometida... no tengo palabras para decir más nada, salvo, que estoy aburrida, cansada y desilucionada.

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