lunes, julio 23, 2007

Con ropa.


Se habían citado para las cuatro treinta en un café literario del centro; nublado, frío, día especial para tomarse un café y disfrutar de la buena compañía. Ignacia llegó puntual, en la entrada del local, Andrés, la esperaba mirando la calle inmerso en su mundo. Lo saludó fríamente, como siempre, sin ninguna sonrisa, salvo la que le regaló al darle el dinero para que comprara la cajetilla de cigarros que esa tarde compartirían. Entraron al café, silencioso pero agradable, se sentaron en una mesa alejada de la entrada para poder compartir con tranquilidad. Al sentarse, la mirada de lujuria de ambos se formó, las caricias fugaces se confundían debajo de la mesa, sigilosos sonreían y bebían, fumaban pendientes de su mundo, diferentes temas rondaron la mesa de la singular pareja, hasta que luego de una hora, Andrés propuso que fueran a su casa. Salieron sin problemas, para perderse entre la multitud de gente. Los roces que el metro les infligía encendían cada parte de su cuerpo; tratando de disimular lo que se producían, siguieron conversando, voces roncas, cubiertas de pasión y energía. Llegaron sin menor inconveniente más que sus cuerpos fosfóricos, bajaron con paso tranquilo, encendieron un cigarrillo para amenizar aún más el camino, hasta que por fin su destino se hizo presente. Andrés abrió la puerta, tranquila, silenciosa, costaba notar que podría estar completamente habitada. Caminaron hasta el living, separado del comedor por una maciza puerta corrediza, aislados de los demás. Ignacia se paró sobre el marco de la puerta mientras Andrés preparaba todo para ver la película que le había prometido ver. Sonrió, aún con la ropa de invierno puesta.
- ¿Me prestas tu teléfono? Necesito reportarme… - rió, mientras el asentía sin problemas. Marcó la numeración, nadie contestó, sin darle importancia volvió hacia él, dejándola entrar primero. Se acerco y suavemente le quito la chaqueta que llevaba. Sin más comenzaron a besarse, recorrían sus bocas, acomodándose para poder sentirse mejor.
- Quítate esto… - le urgió Andrés, refiriéndose al beatle negro que llevaba. Sin reclamar la chica lo hizo, mostrando una sencilla “polera” escotada negra, que la hizo estremecer de frío. Sin perder el tiempo, masajeó su pecho sin pudor, los apretaba, besaba y succionaba, acciones que provocaban que la chica arqueara su espalda, gimiera y acariciara su cabello de la excitación. Para que negar el hecho de que, aún así no quería eso. No, quería sentirlo, sentir que el viril miembro de su compañero rozaba su cuerpo, así que se sentó sobre él sintiendo lo que sería suyo en algún momento. Duro… y con una capacidad de hacerla moverse de arriba abajo solo para sentirlo… De la nada, los ruidos advirtieron que alguien se acercaba, se separaron rápidamente, y quien entró fue saludado normalmente por los dos jóvenes.
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La película había transcurrido normalmente, entre besos, caricias, separaciones… podría decir incluso que había resultado agradable verla. Cigarrillos, la compra del pan, la once en familia. Ignacia se había sentado silenciosa, y solo había agregado algunas palabras a la conversación de familia que presenció. La llamada de su hermana la libro del incómodo ambiente.
- Discúlpenme… - murmuró, para salir a hablar con ella. Suspiró tranquila para volver a dirigirse a la mesa, sin embargo Andrés la tomó de la mano, dócilmente lo siguió a las habitaciones de arriba, donde con premura comenzaron a besarse y a acariciarse, nuevamente ruidos hicieron que Andrés se separara de ella y dijera una tonta excusa para distraer la atención, llevándola a otra pieza, se tiraron sobre la cama, donde sus manos recorrían hábilmente sus cuerpos; Ignacia no dejaba de tocar el miembro de Andrés, mientras él se posesionaba sobre ella, para simular lo que sería su entrega sexual. Lentamente primero, situación que incomodaba a Ignacia que tenía la firme decisión de querer sentir esa tarde.
- Más fuerte… - le dijo suavecito, mientras él aumentaba la velocidad para que pudiera sentirlo sin problemas y así chocar su virgen cuerpo. – más fuerte… - le urgió ella de nuevo, mientras gemía al contacto, se hizo todo más lento, para terminar aún con la ropa puesta, solo acelerados, tras una propuesta que con dolor tuvo que rechazar - <> se dijo. Se alejaron, quizás hasta un poco avergonzados, bajaron a la habitación del baño, donde cada uno por su lado entró.
- De verdad no creí que hoy haríamos… petting con ropa – dijo riendo Ignacia.
- Para que veas… Somos bien ardiente… y tú no paras de gritar, debo decir que en un momento me asusté…
- Bueno – casi dolida – no volveré a gritar cuando esté contigo… así que no te molestes…
- Esta bien… por cierto… nadie sabía…
- Nadie sabe que estoy aquí, esto es entre tú y yo… así que espero que no se lo digas a nadie, Marcos no puede enterarse…
- Obviamente Carla tampoco… - rieron bajo – supongo…
- Si… esas relaciones deben terminar, o por lo menos la mía… yo, no voy a herir a nadie… está en ti, si quieres o no… - habían llegado al metro, listos para despedirse – Bueno… Nos vemos otro día.
- Si… ¡hey! Cuídate… - dijo Andrés.
- Tú igual… - respondió ella mientras pasaba el boleto de metro para perderse entre la multitud.
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El reloj marcaba las nueve de la noche. La despedida fue fría, tal cuál como se saludaron a las cuatro treinta de la tarde, en un café literario donde caricias fugaces eran escondidas bajo una mesa, testigo de la lujuria, la pasión; aquellos instintos primarios del ser humano.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encantó. Realmente. Adiós! nos vemos^^

ya tengo tu dibujo terminado. Si no te gusta, me lo dejo y te hago otro ok?