Acabamos (digo eso pues fue con un curso) de ver "Into the Wild". Pensé que podría servirles a los chicos, pues es un hombre ansiando encontrar el sentido de su vida, viajando en busca de aventuras para encontrarse a sí mismo en la libertad absoluta que permite la naturaleza... Sin embargo, la sorpresa fue que, a punta de llanto silencioso, terminé la película, más clara que nunca... No es que viva en la naturaleza, pero, entiendo mi alma envejecida, y se me hincha el corazón ante el concepto de compartir la felicidad pues, como dice... "La felicidad solo es real si es compartida". || No es para nadie una sorpresa que mi anhelo de libertad se ve materializado en la salida del hogar (materno o paterno, o quizás ambos), pero ¿por qué no serlo internamente? ¿soy libre en mis pensamientos? ¿en mis contradicciones? ¿en mis aciertos? y ciertamente que la verdad es cruel, pues temo hasta en mi interior... temor de ser y hacer, del reto, del análisis ajeno y propio ¿es que me temo a mi misma y el poder maravilloso que poseo? ¡Porque si! Tengo poder... el poder de creer, de enmendar, de perdonar, de crecer, de pensar, de amar... entonces... ¿por qué no me dejo ser feliz? Lloré al final, y entre medio, no porque no vivía en el afuera, sino porque, la única jaula que existe, el único carcelero que impide la libertad absoluta, no es el mundo: ¡SOY YO!, y con lagrimones, abro la puerta del camino...